Porciones compartidas
Esteban, un veterano de 62 años, sin hogar, se dirigió a un clima cálido, donde se podía dormir al aire libre todo el año. Una noche, una joven se le acercó y le ofreció varias rebanadas de pizza. Esteban aceptó con gratitud. Poco después, compartió su botín con otro vagabundo hambriento. Al ver que el hombre había sido generoso, la misma muchacha se acercó con otro plato de comida.
Estoy aquí para ti
En muchas ciudades grandes del mundo —entre ellas, París—, la gente se ocupa de ayudar a las personas sin techo en sus comunidades. Cubierta con bolsas impermeables, se cuelga ropa en lugares determinados para que esas personas que viven en la calle las lleven, según lo que necesiten. Las bolsas dicen en su etiqueta: «No estoy perdida; estoy aquí para ti si tienes frío». El emprendimiento no solo abriga a los que no tienen un refugio, sino que también le enseña a la comunidad cuán importante es ayudar a los necesitados.
La mejor estrategia de vida
Mientras mirábamos el partido de básquet de mi hija, escuché que el entrenador les decía una sola palabra: «Dobles». De inmediato, la estrategia defensiva pasaba de uno a uno a dos que se juntaban frente a la contrincante más alta que tenía el balón. De ese modo, lograban impedir que tirara y encestara, para finalmente llevar la pelota hacia el otro campo y encestar en su canasta.
Corazones llenos de paz
Después de 45 años de haber terminado su carrera como deportista profesional, Jerry Kramer no había sido incluido en el salón de la fama de su deporte. Había tenido muchos reconocimientos y logros, pero este no le llegaba. Aunque lo habían nominado diez veces, nunca le otorgaron ese honor. A pesar de todo, Kramer afirmaba con agrado: «Sentía que [la Liga Nacional de Fútbol Americano] me había dado cien premios durante mi vida, ¡y que era insensato molestarme o enojarme por uno que no recibía!».
Gozo en situaciones difíciles
Cada vez que mi amiga no podía atender mi llamada, el contestador de su teléfono me invitaba a dejar un mensaje. La grabación terminaba con un «¡Que tengas un día maravilloso!». Al reflexionar en esa frase, pensé que no depende de nosotros que cada día sea «maravilloso», ya que algunas circunstancias son devastadoras. Pero si lo pienso bien, sin importar las circunstancias, mi día siempre manifiesta algo hermoso y redentor.
Rendimiento de intereses
En 1995, los inversores en la bolsa de valores de los Estados Unidos tuvieron ganancias récord: un promedio enorme de 37,6%. Luego, en 2008, perdieron casi exactamente lo mismo: 37%. Entre esos años, el rendimiento fluctuó, lo que hizo que los inversores se preguntaran qué pasaría con su dinero.
Quietud reverente
Mi vida suele ser frenética y ajetreada. Mientras corro de una cita a otra, devuelvo llamadas telefónicas y reviso ítems de mi aparentemente interminable lista de tareas. Un domingo, exhausta, me desplomé en la hamaca de nuestro patio trasero. Mi teléfono estaba adentro, al igual que mis hijos y mi esposo. Al principio, pensé en sentarme solo un momento, pero en medio de la quietud y sin distracciones, empecé a notar cosas que me invitaban a quedarme. Podía escuchar el crujido de la hamaca que se mecía, el zumbido de una abeja en una lavándula y el aleteo de los pájaros. El cielo estaba azul brillante y las nubes se movían con el viento.
Restaurado
En 2003, una plaga de grillos mormones causó una pérdida de más de 25 millones de dólares en cosechas en Estados Unidos. Eran tantos que cada vez que la gente daba un paso, pisaba uno. Estos insectos, llamados así por atacar los cultivos de los pioneros de Utah en 1848, pueden comer más de 17 kilos de plantas durante toda su vida, a pesar de medir solo entre cinco y siete centímetros. El impacto de las plagas en la economía de los granjeros y de todo un país puede ser devastador.
Ojos bien cerrados
Mi sobrino sabía que no tendría que haberlo hecho. Me daba cuenta porque ¡se le notaba en toda la cara! Cuando me senté para hablar con él de su error, cerró los ojos con todas sus fuerzas. Sentado allí, pensó —con su lógica de tres años de edad— que si no podía verme, yo no podía verlo tampoco. Y si él era invisible para mí, podía evitar la conversación (y las consecuencias) que sentía venir.
En abundancia o aflicción
El libro de Ann Voskamp, Un millar de obsequios, alienta a los lectores a evaluar su vida todos los días para ver lo que el Señor ha hecho por ellos. Resalta la generosidad de Dios en su caso, tanto en obsequios grandes como pequeños: desde la iridiscente belleza de una burbuja en la pileta de lavar hasta la incomparable salvación de pecadores como ella (¡y todos nosotros!). Ann sostiene que la gratitud es la clave para ver a Dios aun en los momentos más difíciles de la vida.